Ahimsa

Ahimsa (la ‘m’ es nasal, como dans en Francés, la ‘a’ es larga) es el antiguo término sánscrito traducido generalmente como, y posiblemente el modelo para, “la no violencia.” La traducción es lamentable, sin embargo, dado que dichos compuestos en sánscrito eran más positivos en efecto que sus contrapartes traducidas literalmente al inglés. Abhaya, por ejemplo, literalmente traducido como “no miedo” era de hecho la palabra que significaba “valor.” Esto ha causado confusión en el idioma inglés, donde la “no-violencia” se confunde con un negativo – la ausencia de violencia – mientras que realmente significa “amor en acción.”

La palabra himsa es igualmente importante, construida sobre la raíz sanscrita de “huelga, mata” – lo que los lingüistas denominan un “desiderativo.” Esto significaría que ahimsa en realidad debería traducirse como “la fuerza desatada cuando el deseo de dañar es erradicado.” Por supuesto, el término “no violencia” es más práctico, lo cual está bien, siempre y cuando reconozcamos sus limitaciones.

Explicada en “Gandhi el Hombre” por Eknath Easwaran, la no violencia Ahimsa era la expresión más noble de la Verdad para Gandhi- o, hablando con propiedad, el camino hacia la Verdad.

“Ahimsa y Verdad están tan entrelazados que es prácticamente imposible desentrañar y separarles. Son como las dos caras de una moneda, o más bien como un disco metálico sin estampa. ¿Cómo se determina el anverso y el reverso? Sin embargo, ahimsa es el medio; la verdad es el fin.”

Ahimsa es la base de satyagraha, el “mínimo irreductible” al que se adhiere el satyagraha y la medida definitiva de su valor.

En la sabiduría tradicional de la India hay una historia sobre un viejo sannyasi, un monje hindú, que estaba sentado en la orilla de un río silenciosamente repitiendo su mantra. Cerca de él, un escorpión cayó de un árbol en el río, y el sannyasi, viéndolo luchar en el agua, se inclinó y lo sacó. Colocó al escorpión en el árbol, pero cuando lo hizo, la criatura le mordió la mano. Sin prestar atención a la picadura, siguió repitiendo su mantra. Un poco más tarde, el escorpión volvió a caer en el agua. Al igual que la vez anterior, el monje lo sacó y lo colocó de nuevo en el árbol y fue mordido de nuevo. El pequeño drama continuó varias veces, y cada vez que el sannyasi rescataba al escorpión, fue mordido.

Sucedió que un aldeano, ignorante sobre las costumbres de los hombres santos, había llegado hasta el río para recabar agua y observó lo ocurrido. Incapaz de contenerse, el campesino le dijo al sannyasi con cierta irritación:
“Swamiji, le he visto rescatar a ese tonto escorpión múltiples veces y cada vez lo muerde. ¿Por qué no lo deja ir?”

“Hermano,” respondió el sannyasi. “La criatura no puede hacer nada por cambiarse. Es su naturaleza morder.”

“De acuerdo,” dijo el aldeano. “Pero sabiendo esto, ¿Por qué no lo evita?”

“Ah, hermano,” contestó el monje. “Yo tampoco puedo cambiar mi naturaleza. Soy un ser humano. Es mi naturaleza salvar.”

 

Ahisma se traduce generalmente como “noviolencia,” pero como hemos observado, su significado va más allá de eso. Ahisma deriva de la raíz sanscrita verbal san, que significa matar. La forma hims significa “deseoso de matar”; el prefijo a- es una negación. Así que ahimsa significa literalmente “carece de cualquier deseo de matar,” lo cual es tal vez el tema central sobre la cual la moral hindú, jainista y budista se ha construido. En el Manu Smriti, el gran libro de leyes hinduista, está escrito, “Ahimsa paramo dharma”: ahimsa es la ley más alta. Es, como Gandhi describe, la esencia misma de la naturaleza humana.

El término “noviolencia” connota una condición negativa, una condición casi pasiva, mientras que el término sánscrito ahimsa se refiere a un estado mental dinámico en el cual se libera energía. “La fuerza,” dijo Gandhi, “no se deriva de la capacidad física. Viene de una voluntad indomable.” Ahí encontró su propia fuerza, y exhortó a otros a buscar la suya. Latente en las profundidades de la conciencia humana, esa fuerza interior puede cultivarse mediante la observancia de la ahimsa completa. Mientras que la violencia comprueba su energía en el interior, y en última instancia perjudicial en sus consecuencias, la ahimsa, propiamente comprendida, es invencible. “Combinando el satya con ahisma,” Gandhi escribió, “puedes tener el mundo a tus pies.”

Cuando Gandhi se refiere a ahimsa como una ley, debe tomarse en serio. De hecho, para él era una ley como lo es la gravedad; y podía demostrarse mediante los asuntos humanos. Gandhi incluso caracterizó la práctica de ahimsa como una ciencia, y una vez dijo, “He estado practicando la no-violencia de manera precisa y científica por un periodo mayor a cincuenta años.” Fue un hombre preciso, meticuloso y exacto, y afín a citar un himno Marathi que dice, “Dame amor, dame paz, Señor, pero no me niegues el sentido común.” Valoraba la experiencia como una prueba de la verdad, y la no-violencia que perseguía y denominaba “no violencia verdadera” debía adecuarse a la experiencia en todo nivel de los asuntos humanos. “La he aplicado,” declaró, “en todo ámbito de la vida: doméstico, institucional, político, económico y político. Y desconozco un caso en el que haya fallado.” Cualquier aplicación por debajo de estos estándares no le interesaba a Gandhi, debido a que ahimsa tiene su origen y opera en el mismo continuo en el que existía su religión, política y vida personal. La práctica cotidiana podría determinar su valor, “cuando actúa en medio y a pesar de la oposición,” y les sugería a los críticos a que observaran los resultados de sus experimentos en lugar de diseccionar sus teorías.

“La noviolencia no es una virtud limitada a ser practicada por el individuo para su paz personal y salvación final, sino más bien es una regla de conducta para la sociedad. Practicar la no-violencia en situaciones mundanas significa reconocer su valor verdadero. Significa traer el cielo a la tierra. Sostengo que es un error, por consiguiente, limitar el uso de la no-violencia para los ermitaños y para adquirir una posición favorable en el otro mundo. Toda virtud deja de tener utilidad si no tiene un propósito para todos los ámbitos de la vida.”

La adhesión de Gandhi a la no violencia nació de su experiencia que le enseñó que era la única manera de resolver el problema del conflicto personalmente. La violencia, pensaba Gandhi, sólo tenía la pretensión de tener una solución, y sembró amargura y enemistad que en última instancia perturbaban las situaciones.

Uno debe practicar ahimsa para comprenderle. Profesar la no-violencia con sinceridad o incluso escribir un libro sobre ella era, para Gandhi, inadecuado. “Si uno no practica la no violencia en sus relaciones personales con los demás, está enormemente equivocado. La no violencia, como la caridad, debe comenzar en el hogar.” La práctica de la no violencia no es una tarea sencilla, y Gandhi nunca sugerió que lo era. Como disciplina, o “código de conducta,” la no violencia verdadera requiere mayor vigilancia sobre el modo de vida de uno mismo porque incluye las palabras, el pensamiento y las acciones.

“Ahimsa no es algo crudo, como se ha pintado. El no hacer daño a cualquier ser vivo es sin duda parte del ahimsa. Pero es sin duda su expresión más mínima. El principio de ahimsa se daña por cada mal pensamiento, por prisa excesiva, por la mentira, por el odio, por desearle el mal a cualquiera. También se viola mediante aferrarse a lo que el mundo necesita.”