Nueva Historia

“Las crisis más profundas experimentadas por cualquier sociedad son aquellos momentos de cambio donde la historia se torna inadecuada para cumplir con los requisitos de supervivencia de una situación presente.” – Thomas Berry

¿Por qué necesitamos una nueva historia?

El crecimiento explosivo del pensamiento científico que inició en el Oeste con el Renacimiento y ultimadamente llevó al industrialismo a escala global, ha traído muchos beneficios para la humanidad pero a un creciente costo. Estos problemas aparentan estar creciendo al día a día, desde los personales hasta los ambientales, y su origine puede en gran parte ser encontrado en una creciente falta de claridad sobre nosotros mismos – quiénes somos, por qué estamos aquí, y cómo nos relacionamos, idealmente, los unos con los otros y el mundo natural. La “historia” que acompaña al industrialismo lo ha posibilitado. La narrativa subyacente que implícita en nuestros libros de texto, los periódicos y las películas, nos dice que somos entidades materiales dirigidas hacia la búsqueda del placer en el consumo de recursos crecientemente escasos. Si esto fuera cierto, la competencia y la violencia, así como la destrucción del soporte vital de nuestro planeta, fuera inescapable. Afortunadamente, no lo es.

Un cambio en el énfasis a través de varias ramas de la ciencia moderna, facilitado por varios notables descubrimientos en la física a principios del siglo pasado, ha develado una imagen mucho más alentadora de la naturaleza humana y la posibilidad inspiradora de un significado en nuestras vidas y destino que era completamente ajeno a la imagen mecanicista y reduccionista de lo que ahora denominamos “ciencia clásica.” En esta imagen vívida, la violencia, por ejemplo, no es inherente en la naturaleza humana, o la naturaleza en sí misma. La competencia, la alienación, la avaricia pueden, por lo menos en principio, ser dejadas atrás. Esto es por supuesto una visión sorprendente y apetecible, pero no es nueva. Ni lo es la imagen de la naturaleza humana siendo develada por estos nuevos descubrimientos ultimadamente inesperados y poco familiares para nosotros. Su re-emergencia reciente se ha sentido (para aquellos conscientes del cambio) como recuperar algo precioso que casi, debido a un extraño tipo de inatención, se nos fue de las manos.

 

La esencia de esta nueva – o, mejor dicho, recientemente descubierta – historia, es que ahora podemos con seguridad sostener que no solo somos cuerpos desencantados (a pesar del clamor invariable de los medios de comunicación sobre este punto particular) pero algo mucho más grande que eso. Somos, también, y de hecho primariamente, espíritu. “Cuerpo, mente y espíritu” se ha convertido en un tipo de grito de guerra para aquellos que le dan la bienvenida a esta visión recuperada. Y ahora podemos vivenciar esa visión no sólo con las tradiciones de sabiduría de la humanidad, sino junto con la comunidad científica apoyándonos. Esta no es una simple aventura académica. Como un escritor recientemente dijo, “no contradices un mito con un montón de hechos y estadísticas. Debes refutarlo con una historia más poderosa.”

Aun cuando la esencia de la historia industrial predominante es su narrativa de alienación – de los unos con los otros, de la naturaleza, de nuestro más profundo deseo por significado y capacidad – la promesa de la nueva historia es la de Pertenecer. La decimos de este modo:

 

Tan grande como el espacio infinito más allá es el espacio dentro del loto del corazón. – Chandogya Upanishad

 

Debido a que… el cambio transformador es una cuestión de cuándo y no (si), la verdadera pregunta se convierte en si tal cambio será tranquilo o catastrófico. Esta pregunta es muy relevante para nuestro tiempo. La presión está incrementando, y este “atascamiento” está en todos lados (piensen en la educación). – –(Sally Goerner, “Creativity, Consciousness, and the Building of an Integral World,” 153-180)

 

A pesar de las apariencias, estamos viviendo en tiempos de grandes posibilidades. Sí, hay problemas crecientes; sí, estas instituciones que hubiéramos esperado haber orientado parecen estar estancadas y la gente en general todavía no está movilizada para lidiar con problemas de esta magnitud: el calientamiento global, guerras, falta de recursos económicos y la pobreza global causando miseria a millones de personas.

Pero esta también puede ser una ocasión para una gran renovación, si nosotros entendemos qué es lo que esencialmente está mal, y cómo abordarlo. Lo que realmente estamos viviendo es una crisis espiritual. En algún punto en la historia nos hemos olvidado de quién somos y qué es lo que estamos destinados a hacer en este planeta.

Los sabios de las naciones y las religiones han dicho que no somos sólo estos simples cuerpos, por maravillosos que sean: somos, para usar una formulación simple: cuerpo, mente y espíritu. Un profesor moderno (visitó los EEUU en los 1950) nos dio una visión inspiradora, desde la profundidad de su propio entendimiento, sobre la naturaleza humana y su destino:

En el plano físico, el hombre es sólo un animal. En el plano intelectual, es un ser racional. En el plano moral, es un poder para el bien. En el plano espiritual, es un ser radiante lleno de luz divina, felicidad y amor. La ascensión de la humanidad de un plano hacia el otro es su movimiento natural.

 

Esto, por supuesto, nos acerca más los unos con los otros y eventualmente hacia el entendimiento de nuestra Unidad: aunque nuestros cuerpos estén separados, nuestras mentes pueden resonar en armonía y en lo que el autor llama “el plano espiritual” somos simplemente uno: como otros sabios dicen, conciencia pura. Nuestro movimiento natural es de separación hacia unidad. Estamos realmente atascados, como dice Sally Goerner, en algún lugar que se queda corto de esta imagen, y por eso es que pasamos de crisis en crisis con muy poca gente buscando maneras para liberarse de este atascamiento y lanzar nuevas posibilidades.

Afortunadamente, no estamos solos. Científicos, artistas, gente de fe y muchos otros – gente de todos los estamentos sociales – ya están buscando una “nueva historia” de posibilidades humanas, más allá de la narrativa que ha llevado a tanto materialismo, avaricia y violencia. Cuando lo hacen – cuando lo hacemos, escuchamos las voces de incontables ancestros que ya han visto esta verdad, que han vivido de acuerdo a su sabiduría y nos han dejado el legado de su visión perenne. Entonces cuando hablamos de la “nueva historia”—la historia de pertenecer—estamos realmente hablando de un nuevo lenguaje para expresar las mismas verdades que han sostenido a la humanidad durante milenios.

Lo diferente de hoy en día – extremadamente útil – es la manera en la que la ciencia y la sabiduría ancestral – lo que Aldous Huxley llamaba “la Filosofía Perenne”- están convergiendo. La “ciencia” es en principio un sistema de comprensión de patrones observables no sólo en el mundo físico, que es la manera en la que la hemos practicado por muchos siglos, sino también el mundo no-material, o el mundo interno de nuestras propias experiencias. Por consiguiente debemos ahora tener una poderosa afirmación de dos sistemas de investigación, dos dimensiones de la ciencia, que han estado en conflicto aparente. ¿Te unirás a la ‘fe’ o a la ‘razón’? Estos abordajes pueden ahora verse como complementarios. Existe un rol apropiado para la fe y la razón en ambas ciencias, ya sea que lo apliquemos al mundo externo o al mundo interno. Ambas son necesarias. Entre ellas, cuentan una historia absorbente:

Aunque el cuerpo humano ha llego a un fin en términos de su evolución, nuestra evolución social – al igual que nuestra mente y emociones – todavía pueden progresar. Como el fisiólogo Robert Livingston dijo, “nuestras capacidades cognitivas no han comenzado a alcanzar ninguna limitación conocida.”

No somos esencialmente determinados por nuestros genes, hormonas o sistema nervioso, sino tenemos un poder considerable y frecuentemente inexplorado para determinar nuestro propio destino.

La física cuántica, en su modo, y la ciencia de la ecología en otro, nos dicen que estamos profundamente interconectados los unos con los otros y toda la red de la vida; como lo dice la tradicional sabiduría: “toda la vida es uno”. Muchos, a no ser que todos, los problemas pueden verse como originándose de violaciones hacia esa unidad.

Nunca podemos estar satisfechos con bienes materiales, podemos solamente estar satisfechos expandiendo relaciones de confianza y servicio. La cooperación es mucho más poderosa que la competencia. Similarmente,

Nunca podremos encontrar seguridad castigando “criminales” y derrotando “enemigos;” podemos convertirnos seguros rehabilitando a aquellos que ofenden y convirtiendo enemigos en amigos.

 

En esta narrativa inspiradora las diferencias infinitas entres nosotros ya no son los sitios de separación, sino más bien manifestaciones de la diversidad normal de la vida. La sociedad, como la naturaleza, debería organizarse bajo la noción de la “unidad en la diversidad” en lugar de uniformidad o separación. Como dice el Corán, Dios te ha “hecho en tribus y personas para que se descubran los unos a los otros,” no pelear unos contra el bienestar de otros. En esta narrativa, la no-violencia es la ley de la existencia a ser descubierta y practicada en todos los estamentos sociales.

 

Texto por Michael Nagler